Hace unos días escribí sobre algunos aspectos de la relación médico-paciente haciendo hincapié en la distorsión que suponía para ella la medicina pública al romper uno de sus fundamentos, como es la confianza mutua. Una confianza en la que el paciente da al médico el crédito de que éste utilizará todos los mdios a su alcance para diagnosticar y tratar su enfermedad ; y el médico pondrá de su parte sus conocimientos y entrega para solucionar el problema que se le presenta.
Este esquema supone que le médico siempre habrá de actuar de manera "ética", y el paciente apreciará los esfuerzos físicos y psicológicos del médico para resolver su problema de salud.
La consecuencia sería que en aquellos casos en que no sea posible devolver la salud al paciente si el ,édico ha actuado "correctamente", el paciente debería aceptar el resultado. Y en caso contrario, si el médico ha sido "negligente", podrá demanadarle judicialmente pidiendo un resarcimiento del daño.
Observemos que este segundo caso supone la ruptura de la mutua confianza y se recurre a otra instancia, la judicial, ajena en principio a la relación médico-paciente, traspasando el paciente su confianza al juez.
Mas todos sabemos que la instancia judicial se encuentra en la práctica diaria lejos de la imparcialidad que se le presupone, apareciendo tres esfera sociales (médcio, paciente, y juez) en los que la desconfianza afecta a todos por igual pero sólo una, la judicial, ejerce el papel de árbitro.
El juez tiene un problema : ¿cómo se ha de proceder al resarcimiento de un problema médico? ¿multa al médico, inhabilitación temporal, en caso de negligencia, o la recpeción de dinero por el paciente?. La justicia objetiva y cuantifica el problema en dinero, y el paciente debe de contentarse con lo dictaminado y/o con lo recibido , sin posibilidad de modificar el baremo. Una vez dictaminada la cantidad estipulada,¿recupera le paciente la salud? ¿devuelve su confianza a la medicina? ¿y si no consigue la cantidad que creía merecer, confiará en el futuro en la justicia?.
Hemos hablado de "negligencias médicas" y no de "negligencias judiciales", que ta,bién las hay, lógicamente, muchas y graves, que no se resuelven monetariamente, sino medinte sanciones. Como tampoco lo hemos hecho de "negligencias de pacientes", que son tanto o más frecuentes como las dos anteriores. El resultado es un mundo caótico de reclamaciones, y desconfianzas, en el que mal que nos pese la justicia ha de encargarse de organizar y sancionar.
Mas en los últimos años la civilización occidental ha experiemntado un cambio sustancial en las relaciones entre médicos , pacientes y jueces. no se parte ya del supuesto de confianza mutua, situación casi angelical hoy día, sino en la obtención de resultados.
El paciente "cree" en el resultado. En la obtención de un resultado satisfactorio para sus aspiraciones. Y si no lo considera así, presenta una demanda judicial. Y el médico se escuda, anonimizando su profesión y ejercicio, en la información detallada de los riesgos y complicaciones de cualquier intervención quirúrgica. Esta minuciosa información no suele ser del agrado del paciente, pues le presenta "crudamente" lo que puede sucederle en una operación quirúrgica, obligándole a asumir una serie de riesgos físicos que no desea. Sin olvidar que la búsqueda de un "culpable" en caso de no lograrse el resultado esperado no compete totalmente al médico sino en buena parte a la asunción libre de unos riesgos y perjuicios inherentes al acto médico.
El árbitro-juez en estos casos lo tien más fácil a la hora de enjuiciar, pues se trata de un acto pactado por médico y paciente en el que cada uno conoce sus límites y no hay lugar para el pretendido desconocimiento de las partes.
Esta situación es la que hay, no es la deseable, añoro personalmente la calidez y humanidad de la antigua relación entre médicos y pacientes, pero es el campo en que los médicos ejercemos nuestra profesión y debemos aceptarla. Para el médico su esfuerzo y preparación es secundaria en la actual situación, pues siempre estaremos bajo sospecha, y nuestro trabajo, que sabemos no poder garantizar resultados, se verá custionado por los pacientes. Imprescindiblees , pues, la información detallada previa a todo acto quirúrgico por parte del médcio al paciente, como igualmente lo es la detallada comunicación de las eventuales dificultades que han aparecido durante la intervención quirúrgica. El paciente, o sus familiares, deben conocer todo lo relacionado con la operación, sean malas o buenas las noticias que deba el médico transmitir , así como las posibles soluciones conocidas a las complicaciones.
Ocultar información de cualquier tipo por parte del médico es un error que se suele pagar en los engorrosos trámites de una demanda judicial.
Los médicos deben saber que aunque nuestra práctica sea correcta, neustra disposición sana, en alguna ocasión tendremos que justificarnos ante un juez, porque no podmeos garantizar un resultado que en muchas ocasiones depende de la valoración desproporcionada del paciente a la hora de conseguir un objetico utópico, y en esta sociedad donde todo debe tener una causa culpable y dolosa el médico es el sacrificio propicio para su resarcimiento.
sábado, 4 de agosto de 2007
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